Saturday, May 23, 2009


El Benedetti de aquellas cuarenta novelas


Belkis Cuza Malé


Los invito a que lean mi artículo sobre Mario Benedetti, a quien entrevisté en 1966 para el periódico Granma, donde yo trabajaba entonces. Era la primera visita de Benedetti a Cuba, y llegaba en calidad de jurado del Premio Casa de las Américas de ese año...





Saturday, May 02, 2009

La otra mejilla reseñada en La Revista del Diario

Por Luis de la Paz

La Revista del Diario (Diario de las Américas, Miami)

http://www.larevistadeldiario.com/news.php?nid=2480

El escenario cultural cubano de la primera década del castrismo (que ya lleva cinco) estuvo marcado por el fuerte contraste entre los escritores que de una manera cobarde y ladina se plegaron al régimen y aceptaron las reglas de “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada”, la tristemente célebre frase de Fidel Castro en la Biblioteca Nacional (1961), y los que retaron de manera valiente y digna a la dictadura. En ese pequeño grupo de autores que soportaron con estoicismo los embates del aparato cultural oficial, está la escritora Belkis Cuza Malé (Guantánamo, 1942), que fue arrastrada junto a su esposo, el poeta Heberto Padilla (1932-2000), a una retractación pública de sus ideas y convicciones por el solo hecho de disentir del gobierno. El famoso Caso Padilla fue uno de los episodios más penosos que se recuerdan en las letras cubanas.

Belkis es una de las voces femeninas más sobresalientes de la poesía cubana. Desde sus primeras entregas, El viento en la pared (1962) y posteriormente con Tiempo de sol, publicado con Ediciones El Puente en 1963, colección creada por el escritor José Mario, donde se dio a conocer lo más joven y brillante de la poesía cubana de los sesenta, se apreciaba la sensibilidad de esta escritora, que en el exilio ha continuado su labor creativa y sostenido la revista Linden Lane Magazine, la publicación periódica especializada en literatura que más tiempo se ha mantenido circulando, más de treinta años. Otros de sus libros de poesía son Juego de damas (Termino Editorial, 2002) y más recientemente La otra mejilla (ZV Lunáticas, París, Francia, 2007).

Si los poemas de sus primeros libros, estaban marcados por la frescura propia de la juventud –la escritora frisaba los veinte años en esa época–, los textos que habitan en Juego de damas y en particular en La otra mejilla, traslucen madurez, distanciamiento y reflexión. Aunque en una entrevista afirma que se trata de: “un libro escrito mayormente en los años sesenta y pico y setenta en Cuba”, tal parece que el reposo y repaso de los poemas, ha cuajado en este pequeño volumen, que ofrece un alegato de fe, esperanza, confianza y amor. No hay rebuscamiento en las imágenes, ni sorpresivos giros que pretendan recalcar una sonoridad en particular. Los versos son diáfanos, el mayor peso lo lleva la idea que transmiten, la sensación que proporcionan. “Mi madre decía siempre/ que la patria era cualquier sitio,/ preferiblemente el sitio de la muerte”. Hay que haber vivido mucho y ser un desterrado para abarcar el sentido expreso de estos versos. O de estos otros: “No lo niego./ Somos un pueblo/ que huye de su destino;/ cuerpos de coral/ que el sueño devora/ con sólo mirarlos./ No lo niego”.

Conmovedores lo son también Jagüey Grande, Sábado, La alegría salvaje y Credo. A los que hay que añadir los que se encuentran al final del libro, Naturaleza muerta, Retrato y Oda para un conquistador de lo desconocido, dedicado a Padilla donde se puede leer: “Alguien, el menos indicado,/ le sobrevivió para contarnos/ que ni la vanidad ni el temor a lo desconocido/ lo apartaron del camino./ Ya no habrá regreso, ni mar,/ ni sombra./ La calumnia no perdona a sus víctimas”.

La otra mejilla es un libro hermoso que recapitula y sintetiza los golpes de la vida.